miércoles, 3 de octubre de 2012

El Teatro

  
En la segunda mitad del siglo XIX, con la restauración de los Borbones (en 1875, España vuelve a ser un reino), se produjo un nuevo desarrollo del romanticismo y dio paso al lanzamiento de la alta comedia. Sus consumidores, las clases altas, necesitadas de locales o círculos dónde divertirse, viendo o representando los personajes que en ella acontecían, favorecieron la expansión del teatro. El teatro acrecentó su presencia en pueblos y ciudades con las más modernas destrezas arquitectónicas.  La palabra teatro proviene del griego theatron, que significa "lugar para contemplar". El teatro que se concibe hoy surge en la antigua Grecia. Allí se realizan las primeras representaciones, ritos y ceremonias en honor a Dionisos, Dios del vino. Los griegos fueron los primeros en representar máscaras o en dar la idea de personaje en el teatro. Construyeron, al igual que los romanos, teatros en forma de semicírculo escalonado en los que todos podían mirar convenientemente. Con el tiempo los edificios teatrales al aire libre se hicieron más complejos, se convirtieron en locales cerrados, las ciudades se mostraban orgullosas de su «teatro» como de un monumento importante, ya que como edificio público, el teatro tenía un carácter emblemático y representativo de indudable importancia. El Teatro Luis Rivera siempre conservó ese carácter emblemático. Era un honor para Valencia de Alcántara contar con un edificio así. 
Exteriormente podríamos apreciar ese aspecto tan formal, el diseño de su fachada, su textura... todo aportaba una imagen de calidad que realzaba el entorno urbano y en definitiva la ciudad que lo construyó. 

Casino de La Unión, 1918

La pérdida consentida del Teatro supuso un paso atrás tremendo, algo incomprensible en una sociedad como la nuestra. Y no lo digo sólo por el menoscabo cultural, que ya es bastante significativo, lo manifiesto por la indiferencia con que se destruyó su majestuoso y bien dotado escenario. Una obra de ingeniería, construido con maderas nobles, que soportó el paso del tiempo y que se mantuvo siempre fiel a todo tipo de representaciones. El escenario del Teatro Luis Rivera estaba dotado de una tramoya impresionante. En el peine había cabida para 12 bambalinas, 18 tiros de cuerda manuales, 4 tiros de cuerda contrapesados, telón de boca de guillotina, telón metálico cortafuegos que cubre la embocadura por completo, varios contrapesos, poleas... Y los camerinos, con entrada directamente desde la calle, 5 en la planta baja y 4 en la planta primera, dos de ellos para primeras figuras, es decir: un escenario para todo. Amplísimo, tanto para montar y trabajar con los decorados como para moverse entre bambalinas. Era un verdadero placer trabajar allí, montar decorados y ver que todo aquello que la imaginación o la creatividad te susurraba, el escenario te lo permitía. ¿Y qué me dicen de la acústica? Las proporciones arquitectónicas de la sala y la calidad de los materiales empleados contribuyeron a que el Teatro Luis Rivera tuviese una acústica excepcional, una de las más perfectas. Es evidente que cuando se construyó el teatro no existían medios técnicos o electrónicos para amplificar y distribuir el sonido, por lo tanto, tal construcción fue debidamente pensada para proporcionar que el mensaje oral del actor sea óptimo desde todos los puntos del auditorio.

El estudio científico de la acústica, particularmente la acústica de teatros se remonta, como todo, a los teatros griegos.
Teatro Griego
Posteriormente serán los romanos los que desarrollarán un sistema más complejo de estudio de la acústica en los teatros al aire libre.  La primera referencia escrita se la debemos al arquitecto romano Marco Vitruvio en su obra «De Architectura» (Probablemente escrita alrededor del año 15 a. C.), Desde estos tempranos inicios, los teatros griegos y los romanos, se preocuparon de perfeccionar la proyección de las voces de los actores hacia la audiencia. En los teatros griegos, a 70m del escenario, la inteligibilidad en ese punto era sorprendentemente buena.

Teatro Romano Mérida

La explicación estribaba en el hecho de que los teatros se hallaban ubicados en zonas con ruido ambiental extremadamente bajo. A medida que el ruido general de los mercados que rodeaban los teatros crecía, se fue haciendo necesaria la protección mediante pantallas acústicas. Es evidente que la construcción de muros y edificios tras el escenario no obedecía exclusivamente a necesidades acústicas y sí también a necesidades funcionales de la propia representación llegando a incorporar un gran número de habitaciones y elementos. Pero es verdad que esas edificaciones se fueron modificando para favorecer la distribución del sonido, actuando los muros de los edificios como reflectoras para reforzar el sonido directo que emanaba directamente de los actores.


Plano correspondiente al proyecto (no ejecutado) número 6316 realizado en 1963 por el arquitecto don
Manuel García Creus


Es notorio que el diseño arquitectónico empleado en el Teatro Luis Rivera funcionaba a la perfección: a su derecha el ferial, al fondo discotecas y al frente, en lo alto, el salón de bailes del Casino; ninguno de los ruidos que ocasionaban estos elementos traspasaba los muros y galerías que rodeaban el teatro. Cantantes, actores y directores artísticos que actuaron en él, han admirado esa condición especial de la sala, su aislamiento y su facilidad para “llevar” el sonido hacia el espectador en cualquier lugar del recinto.


Teatro López de Ayala, Badajoz
No he podido averiguar quién fue el arquitecto que diseñó el proyecto, aunque su paralelismo con el Teatro López de Ayala de Badajoz, inaugurado siete años antes, hace pensar que sería el mismo. Sí conocemos al técnico o encargado de dirigir las obras: el maestro Augusto, como por aquí se le conocía; don Juan Augusto De Las Nieves Camacho, notable constructor de impecable reputación profesional, de origen portugués, abuelo de nuestra querida “Pepa, la del kiosco”.  




Teatro López de Ayala, 1931 y Teatro Luis Rivera, 1969

                                Teatro López de Ayala, 1935 y Teatro Luis Rivera, 1959

El Teatro Luis Rivera fue un punto de encuentro para todos. Un lugar donde nuestros antepasados encontraron ilusión y pudieron eludirse frente a penurias. Por allí pasaron artistas de todas clases y compañías de renombre y fama internacional. Y aficionados, de todas las épocas y clases sociales que contribuyeron notablemente a enriquecer nuestra cultura por medio de la expresión y el folklore. Los sainetes, los entremeses, la zarzuela...  repertorios frescos que a finales del siglo XIX y principio del XX escribían con gran proliferación para los teatros Benito Pérez Galdós, Joaquín Álvarez Quintero, Carlos Arniches... Con personajes de extracción popular: el albañil, el zapatero, el guardia civil, el sereno, el chulo, el ratero, el borracho, etc. Con un lenguaje coloquial, popular, con abundancia de chistes y juegos de palabras.




Emotivo recuerdo al desaparecido Teatro Luis Rivera en el acto de presentación de la Muestra de Teatro Manuel Correa Tarraga por la directora del Grupo de Teatro Trasantié, María Eugenia Copero. 9 de junio 2012




2 comentarios:

  1. ¡Que lástima que ese edificio no estuviera hoy abierto y poder disfrutar de un buen cine, volver a saborear ese sonido envolvente cuando se abría el telón o que nuestro grupo de teatro "Trasantié" por ejemplo nos deleitara con alguna obra de teatro ahora que vuelve a resurgir aquí en nuestro pueblo.

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  2. Sí,una lástima. Aunque, si ahora no está el Teatro está Trasantié... no está todo perdido; más triste sería tener Teatro y no tener cómicos. El cine ya es otra cosa: podrás ver una historia en un televisor, pero jamás la vivirás como en el cine.

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